jueves, noviembre 24, 2011

bichos

¡Cómo les gusta hablar en las puertas de las casas ajenas!
gritando con sus voces melódicas cosas que no me importan
me pican los bichos de ésta tempestad y no puedo dejar de escucharlos
no entienden nada de ésta vida, piensan que son eternos
no quieren a nadie ni se quieren ellos mismos.
No soporto sus voces fuertes, agudas, horribles
los quiero lejos de mi cuerpo porque irritan,
me pican los bichos de ésta tempestad
quiero colgarme del pelo y aflojar las ideas crueles que ésta noche me atosigan
quiero desconectar mi cerebro de todo lo terrenal.
Chau vida, chau muerte.

lunes, noviembre 14, 2011

II

El frío y el calor se mezclaban y no pude entender cuál se apoderaba de mí. Me confundían y peleaban por poseerme. Al final sudaba acalorada sintiendo escalofríos a la vez.
La luz era tan tenue que casi no existía, y eso agudizaba todos mis sentidos. Olía el aire pesado y viciado, y me embriagaba un poco más. Quizás ahí estaba la magia, evidentemente la energía era especial y las partículas vibraban de forma maravillosa, inusual.
Nunca entendí bien lo que pasó, cómo comenzó y cómo dejé que ocurra, pero sé muy bien que nunca lo evité. Que mi historia dé un vuelco más en tan poco tiempo ya no me sorprendía.
La música no era suave, había distorsión y psicodelia. A cualquiera le hubiera molestado pero a mí me hacía falta. El descontrol es constante por acá y eso sólo alentaba a más.
Sé que me arrepentí y me arrepentí de arrepentirme muchas veces en esos pocos minutos.
¿Cómo evitar lo inevitable? Sólo corriendo lejos de ahí desaforadamente.
Nunca corrí lejos de ahí desaforadamente.
Nunca corrí lejos de ningún lugar, lo mío es escabullirme, salir elegantemente sin prisa y sin pausa, aguantando la respiración. Siempre con miedo a la asfixia.
Ese momento de abismos vertiginosos fue cautivador, y ahora me cautiva el miedo. ¿Cómo escabullirme ésta vez sin salir malherida, maltratada, malhumorada? ¿Cómo saber que no dormiré sobre ésta historia como otras veces, despertando tarde y llegando cuando todo haya cerrado, cuando todos se hayan ido?
¿Hacia dónde me empujan?
Voces, escuchaba voces que se mezclaban con la música hipnotizante. Me llamaban pacientemente. Eran voces profundas y tranquilas. Supongo que las ignoré descaradamente para evitar lo que ahora estoy viviendo. Ilusa. Mi cerebro está tan alejado de mi espíritu que ahora mismo río y lloro a la vez.
Las voces eran mías, era yo hablándome desde otro plano. Diciéndome lo que ya sabía. Sabia. Recordándome lo que no olvido nunca. Tarareando esa melodía estúpida que inventé cuando tenía 5 años y ya me dolía el corazón.
Obvio, no quise escucharme. Hace años que dejé de escucharme.

I

No quisiera irme sin antes decir que no sé qué hago acá, pero siempre tuve buenas intenciones.
No sé decir cuántas vidas he salvado, pero no olvido cada corazón que rompí. Por causas naturales, quizás la luna y su energía me absorbe cada cierto tiempo y así asesino. No quiero corromper mi cuerpo extraño más de lo que está, se mantiene en pie por fuerzas que aún no comprendo pero confío en ellas. No me quiero ir sin decir lo que vine a decir, no quiero molestar más. No sé a dónde voy, no sé qué estoy haciendo acá, no logro diferenciar entre el error más cruel, y los momentos más dulces. Desgarradores. Mi cabeza me ha declarado la guerra, infinita. No tengo defensas y nadie sería capaz de defenderme en éste estado de cólera y egoísmo, camuflado con besos. Maliciosamente vuelvo a hacerlo.
Maliciosamente vuelven a caer todos en la trampa, que no es mortal pero tortura hasta la muerte.
Maliciosamente te digo que sí y que no, y me voy.